Relicario

Esta pieza tan especial se trata de un relicario probablemente elaborado en Valladolid, a principios del siglo XVII. Un objeto destinado a conservar las reliquias, los vestigios de aquellas personas que han sido santificadas o beatificadas.

El relicario, en forma de templete, tiene un pie circular de bronce dorado decorado con bandas esmaltadas translúcidas alternadas con cabezas de querubines en relieve. El vástago está moldurado y decorado con gajos alargados y esmaltes ovalados. La parte superior, en el anverso, presenta los espacios destinados a conservar las reliquias, un rectángulo y un óvalo con tapa de cristal. En el centro muestra dos pinturas ovaladas sobre cobre: una escena con La huida a Egipto y la otra, con La Crucifixión. En el reverso, presenta dos esmaltes, que sustituyen a los contenedores de las reliquias, una placa de amatista (de color violeta) y dos placas de lapislázuli (de color azul).
 
Cabe destacar que este relicario tenía una pareja en la famosa colección de Friedrich Spitzer (Presburgo, 1815 – París, 1890), con la que había convivido hasta que la colección fue subastada en 1893 en París.
 
El culto a las reliquias se popularizó en la Edad Media, sobre todo por la creencia de los efectos milagrosos del contacto con ellas, y no sólo con los restos de los santos y beatos, sino también con todos aquellos objetos que les pertenecieron. El comercio de las reliquias alcanzó unos niveles tan altos que, a pesar de representar una fuente inagotable de ingresos para la Iglesia, también obligó a tomar medidas para evitar su tráfico y fraude. En 2017, y ante la proliferación de ventas por internet, el Vaticano, prohibió la venta y comercio de las reliquias, así como su exposición en lugares profanos y no autorizados.