Puesta de sol

La esencia de la obra de José María Mascort revela su paisaje más cotidiano, donde las inmediaciones del Montgrí se reiteran en sus lienzos. Son paisajes fruto de la inmediatez, realizados al aire libre partiendo siempre de la observación directa y siguiendo los preceptos de la escuela de Barbizon. Mascort quería mostrar lo esencial del paisaje amado, con preferencia por los espacios poco alterados por la mano humana.

En esta obra, fechada y firmada por el autor, podemos apreciar alguno de sus rasgos más personales y que utiliza en muchas de sus telas: la perspectiva oblicua, la preferencia por marcar horizontes bajos y la disposición en diagonal de los caminos, que le permite dividir el espacio de manera que crea una sensación de profundidad y de lejanía en la composición. En cuanto a los tonos cromáticos, evita abusar del blanco y prefiere los ocres y los amarillos para dar luz a sus obras, o a los grises para las sombras. El resultado final es un dominio armónico de la paleta y la luz.

A partir de 1935, e influenciado por Joaquim Mir (Barcelona, 1873-1940), el trazo y la pincelada en sus lienzos se vuelve más libre, más seguro y, sobre todo, menos encorsetado. La veracidad de lo que pinta no surge del mero ejercicio de la copia directa, sino del dominio de los elementos de la composición que le permiten captar el alma de lo que plasma. En este momento, evidencia el dominio de los encuadres, de la luz, de la paleta cromática, más rica e intensa en los matices, que toman protagonismo en las composiciones.